Estas
mirando una imagen borrosa, esperando un tren que no pasa, te sientes como un
cactus en Siberia, un alma fuera de su cuerpo, la verdad que nadie cree.
No
encajas, eres anestesia, tu fuerza no es descomunal, mueves los ojos apenas, la
actualidad te da igual, no sabes la fecha, todas las vías te llevan al mismo
lugar.
No
preguntas nada, sabes muy poco lo que sucede, alejada de la mayoría de las
cosas por que son tantas, por que están hay y siempre te repites que si
pudieras las harías.
La iniciativa
te jugo mal y ya no es tu amiga, la suerte es una religión cuyo dios te es
ajeno, estas convencida que la gente te habla y no los entiendes, estas de pie
y frente al TV esperando por el Prime Time.
Permaneces
en una quietud intolerante atada a una gran nubosidad mental que te arrastra
como dos radicales olas que chocan entre si, armónico caos.
Auto
marginada, exiliada voluntaria que lanza aullidos a un satélite inmóvil que no
gira en ninguna dirección, jurando cambiar.
Suena como
un crimen que te desechaste a ti misma, como un tratado de desventajas secuenciadas,
un martirio creado muy artificial.
Ahora te
diste cuenta que el sol no bajaría para calentar, que las puertas permanecen
clausuradas, eres un forcé social, una raíz en dirección opuesta.
Y cada vez
que te asalta el miedo sonríes por la carga de tanta ignorancia que llevas
contigo, por que otra cosa no puedes hacer sumergida en el pantano del desconocimiento.
Y si se
dieran cuenta que ríes por miedo y no de alegría que las carcajadas son irónicas
y tristes las del payaso del fracaso.
Limitada
por ti misma de manera estoica en retroceso a pasos gigantes, hay una tasa y su
aroma, una almohada sin sabanas, algunos destellos de luz vespertina, calma
mucha calma y regresas a la inmovilidad.
Como tu
silueta torcida de revés.
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