Parado frente a un cristal miras afuera lo que sucede, en transito, en
espera.
Fijándote en detalles de poder, tecnología suspendida, alojado en transición.
Te sientas y repasas algunas letras y te entretienes, de paso.
En este momento eres un ciudadano de un lugar sin banderas ni limites
territoriales.
Un residente dentro de tus ropas y tus manos abrigadas de ilusiones.
En este instante eres alojado frente a ti mismo.
Te levantas y caminas un poco reconociendo la larga extensión física
del pasillo,
Muchas voces, caras, gestos, olores, situaciones que ninguna te
pertenecen y tu a ellas tampoco.
Empiezas dialogar contigo mismo, extenso y diáfano.
Debates, ríes, te entristeces y sigues adelante con tu timbre
endocrino.
De camino, en la senda conciente
ser abismo o Gloria, advertido.
Cuanta esperanza depositaste en lo no establecido en la partida.
Decisiones, modos, colores y manecillas, muchos lugares en uno solo.
Eres tu muy adentro mío.
Una marea ventajosa, acechante, una ola muy fiera que explota de
repente y te acorrala.
Una situación súbita, un susto impertinente.
Fiebre que no suda, virgen y alternativa.
Y llega el momento de salir de el conector inestable, del tubo de
acero y cristal.
Despegas virando con la rueda,
en re-vueltas.
Serás tu mismo muy adentro mío.
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